Monición de entrada
Muy buenos (noches, días, tardes): hermanos en Cristo. Hoy celebramos el
Quinto Domingo de Cuaresma. En los días previos se nos ha invitado a la
conversión, camino a un encuentro con Cristo. El tiempo apremia; ya estamos en
la antesala de la Semana Santa y el Señor hoy te exhorta a que medites
determinadamente en su promesa de ofrecerte una vida nueva más allá de esta vida
temporal. Presten mucha atención a las lecturas de hoy. De pie, por favor, para
recibir la procesión.
Primera lectura Ez 37, 12-7.14
(Les infundiré mi espíritu y vivirán)
El profeta Ezequiel nos enfrenta a la cruel realidad de la vida. La vida
fácil, el deseo desmedido de tener, creernos dueño de todo, nos lleva a una
muerte en el pecado. El profeta nos dice que Dios cumple sus promesas y quiere
darnos la esperanza de una vida nueva. Escuchemos con mucha atención.
Segunda lectura Rom 8, 8-11
(Tenemos el Espíritu de Dios que resucitó a Jesús)
San Pablo nos dice cuales son las características pecaminosas de nuestra
naturaleza humana. Con frecuencia vivimos de espalda a Dios. Hoy, en la carta a
los romanos, El nos invita a una vida nueva. Escuchemos.
Tercera lectura Jn. 11,1-45
(Resurrección de Lázaro)
El evangelio de hoy, según san Juan, es un precioso texto sobre realidades
humanas: la amistad y la muerte. Jesús lloró ante la muerte de su amigo Lázaro.
Sus tres mandatos: “Quiten la piedra”, “Sal fuera”, y “Desátenlo y déjenlo
caminar” son mandatos que nos cuestionan a todos. Nos ponemos de pie para
escuchar la Buena Nueva de hoy.
Oración Universal
Respondemos a cada petición: “Señor, Ven y camina con nosotros”
Por la Iglesia: para que nunca le falten buenos líderes que la conduzcan
por caminos de compromiso con los más pobres. Roguemos al Señor.
Por los gobernantes de las naciones: para que dirijan los destinos de sus
pueblos con justicia, promoviendo el bienestar de todos los hombres y mujeres.
Roguemos al Señor.
Por nuestros hermanos alejados de la Iglesia: para que sepamos acogerlos y
ofrecerles amor y esperanza. Roguemos al Señor.
Por nuestros jóvenes: para que en estos días de cuaresma hagan un alto para
meditar en el mensaje de Salvación que Cristo les ofrece. Roguemos al
Señor.
Por nuestros seres queridos que han fallecido: para que estén gozando de la
promesa de una nueva vida que le ofrece nuestro Señor. Roguemos al Señor.
Por un aumento en las vocaciones en la Vida Religiosa y Sacerdotal, en toda
la Iglesia en particular, para nuestra congregación redentorista y nuestra
diócesis. Roguemos al Señor.
Por los misioneros que trabajan por un mundo más humano, más justo y
fraterno. Roguemos al Señor.
Por nosotros los aquí reunidos, para que no temamos ante la muerte, pues
creemos que Jesús es la vida. Roguemos al Señor.
Exhortación Final
“Te damos gracias, Padre santo, por Cristo Señor nuestro.
El cual, hombre mortal como nosotros que lloró a su amigo Lázaro,
Y Dios y Señor de la vida que lo levantó del sepulcro,
Extiende hoy su compasión a todos los hombres
Y por medio de los sacramentos los restaura a una vida nueva”.
El cual, hombre mortal como nosotros que lloró a su amigo Lázaro,
Y Dios y Señor de la vida que lo levantó del sepulcro,
Extiende hoy su compasión a todos los hombres
Y por medio de los sacramentos los restaura a una vida nueva”.
Mediante la fe y el bautismo en tu Espíritu nos llamaste
A una esperanza segura de vida y resurrección con Cristo.
¡Bendito seas, Señor! Así entendemos que somos seres para la vida
Que brota incontenible de tu corazón de padre que nos ama.
La muerte no es el final del camino ni tiene la última palabra,
Porque Jesús es resurrección y vida para el que cree en Él. Amén.
A una esperanza segura de vida y resurrección con Cristo.
¡Bendito seas, Señor! Así entendemos que somos seres para la vida
Que brota incontenible de tu corazón de padre que nos ama.
La muerte no es el final del camino ni tiene la última palabra,
Porque Jesús es resurrección y vida para el que cree en Él. Amén.
Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993,
p. 65)
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Autor: P. Domingo Vásquez Morales | Fuente: Catholic.net
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