Cuarto Domingo de Cuaresma Ciclo - A
Moniciones Ciclo A
Cuaresma.
Moniciones para el Cuarto Domingo de Cuaresma
Monicion de entrada
Muy buenos (días – tardes – noches)
Ya hemos pasado la mitad de la
cuaresma. ¿Qué frutos hemos sacado de ella? ¡Tenemos tiempo todavía! Como
bautizados, podemos ver la luz que viene de Dios, pasando la ceguera que nos
nubla, y nos hace ir de tropiezo en tropiezo. Busquemos la luz que da sentido a
nuestras vidas y no sigamos caminando como ciegos de nacimiento. La conversión,
sólo se logra, si uno reconoce que no ve o que la visión está equivocada.
Aprovechemos para meditar las lecturas de hoy que nos invitan a buscar una
visión nueva, una luz nueva, que Dios nos ofrece por medio de Jesucristo, el
Señor. De pie por favor, para recibir al celebrante de esta Eucaristía.
Primera lectura I Sam 16, 1b.6-7.10-13
(Samuel unge a David como rey)
El relato de la unción de David, como Rey de Israel, nos recuerda que
Jesús, siendo Hijo de Dios, también es hijo de David. Pero David, es escogido
por Dios mismo. El envía al profeta Samuel para que lo unja con aceite y así sea
reconocido por el pueblo; no a su persona como tal, sino al Espíritu de Dios que
ha de manifestarse en el rey David. Escuchemos.
Segunda lectura Ef 5, 8-14
(Caminen como hijos de la luz)
En esta segunda lectura, San Pablo nos invita a estar despiertos, para
vivir como hijos de la luz, dándonos las herramientas para lograrlo. Meditemos
profundamente en la voz de Jesús que nos dice “Yo soy la luz del mundo, el que
me sigue tendrá luz y vida”. Escuchemos.
Tercera lectura Jn. 9,1-41
(El ciego de nacimiento)
Para meditar profundamente este Evangelio, debemos observar las reacciones
de la gente frente al milagro de sanar a un ciego de nacimiento. ¡Qué prontos
somos para juzgar y condenar!: “¿Quién pecó?”. Jesús se manifiesta y se proclama
como Hijo de Dios al devolverle la vista a este ciego de nacimiento, y todo,
“para la gloria de Dios”. De pie, por favor, para escuchar atentamente el Santo
Evangelio.
Oracion Universal
Favor de responder: “Cristo, luz de las naciones, ilumina nuestras
vidas”
Por el papa, los obispos, y toda la Iglesia: para que siga fiel a su misión
de madre y maestra, orando constantemente, especialmente en esta cuaresma.
Roguemos al Señor.
Por todos los pueblos de Hispanoamérica: para que el Señor ilumine la tarea
evangelizadora de la Iglesia y fecunde su misión. Roguemos al Señor.
Por los gobernantes de nuestros pueblos y naciones: para que caminen como
hijos de la luz, busquen la verdad y el bien común, comprometiéndose en
conseguir la justicia. Roguemos al Señor.
Por los jóvenes, esperanza del mundo actual: para que descubran a
Jesucristo y siguiéndolo transformen nuestra sociedad. Roguemos al Señor.
Por todos los enfermos de nuestra comunidad, por los minusválidos, los que
carecen del pan de cada día, las mujeres y los niños maltratados: para que
podamos ver en ellos la imagen de Cristo. Roguemos al Señor.
Por un aumento en las vocaciones en la Vida Religiosa y Sacerdotal, en toda
la Iglesia en particular, para nuestra congregación redentorista. Roguemos al
Señor.
Por nosotros aquí presente, celebrando el banquete de la Palabra y la
Eucaristía: para que sepamos descubrir que Jesús está con nosotros y nos llama a
vivir su amor en plenitud en este año de la Eucaristía. Roguemos al Señor.
Exhortación Final
(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993,
p. 65)
Hoy te bendecimos, Padre, por la luz de nuestro bautismo,
esa luz de la
fe en Cristo que iluminó toda nuestra vida.
No permitas que volvamos a ser
ciegos que creen ver,
pero no distinguen los colores de tu presencia en el
mundo.
Quita, Señor, las escamas de nuestros ojos en tinieblas.
Ayúdanos a dar
el paso definitivo de la incredulidad a la fe,
de nuestra ceguera congénita a
la iluminación de Cristo,
de nuestro egoísmo tenebroso a la luz esplendorosa
del amor.
Queremos caminar como hijos de la luz, estrenar ojos nuevos,
ver a los
demás como hijos tuyos y hermanos nuestros,
y aparecer ante ellos rebosando
bondad, justicia y verdad.
Amén.
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Autor: P. Domingo Vásquez Morales | Fuente: Catholic.net